Nuestra Historia

CANTINERA Y MUJER SOLDADO

MARÍA QUITERIA RAMÍREZ REYES

En 1879 tenía 31 años, era originaria de Illapel y: “…bastante bien parecida i mejor hablada, mui entusiasta i patriota sin mostrar ninguna desenvoltura i mui amiga de la Irene Morales…”

Avecindada en Iquique, tenía un recinto llamado “La Fonda de las dos Marías”, ya que trabajaba con una amiga peruana de su mismo nombre, apodada “María La Chica”, a la que según testimonios aventajaba en simpatía y atractivos. La fonda era la preferida de la soldadesca peruana y por su intermedio se hizo muy conocida.

Cuando estalló la Guerra del Pacífico, se integró en calidad de Cantinera al Regimiento Segundo de Línea, comandado por Eleuterio Ramírez. Durante la Batalla de Tarapacá cayó prisionera y por sus antiguas relaciones en Iquique, simpatizó rápidamente con los peruanos. D.E.Uriburu describió la reacción de un antiguo amigo que la descubrió en esa desgracia y le dijo: “No llores María ¡ no te sucederá nada!, serás mui cuidada entre nosotros, i termino estas frases afables dándole una pequeña bolsa con maíz tostado, i trayéndole enseguida pan i agua...”

En otro testimonio, se asegura que: “De forastera se convirtió luego en dueña de casa, que de todo disponía en beneficio de sus compatriotas, a los cuales púsolos bajo su ala protectora…” .

Fue así, como los cautivos chilenos obtuvieron beneficios gracias a la eficaz intervención de María, especialmente en la provisión de víveres y de agua, este último un elemento vital y escaso en esos momentos.

Durante su vida como prisionera se destacó una anécdota en varios documentos, relacionada al apoyo que brindó a un joven oficial chileno que se encontraba en penosas condiciones físicas. Se comentó que al verlo sediento una noche, se acercó sigilosa al oficial peruano a cargo de los reos: “… se orientó i al divisar la caramayola coñaquera del jefe, estiró la mano conteniendo la respiración. Con la otra mano – gritó Cáceres, pescando del brazo de la merodeadora.

Cincuenta palos a lomo de mula, agregó. – Soi yo, mi coronel, dijo entonces María, que vengo por un trago de agua para el niño, que se me muere de sed. I el veterano que, como buen tuerto, sólo duerme con un ojo, le pasó en silencio la coñaquera …”

También, se señaló que enviaba a su protegido trozos de carne de la tienda de su benefactor y amigo, el carnicero argentino.

Otro episodio comentado en Chile, también por Bernardo Nieto, corresponsal de la Opinión Nacional de Lima, fue el siguiente: “…si será melindrosa; condolido el General en Jefe de que la animosa María Quinteros hiciera la marcha a pie, ordenó que le dieran una bestia. La fulana no quiso aceptarla mientras no se trajera aparejada con una montura conveniente a su sexo. ¿Cómo quieren, exclamó entre furiosa i escandalizada, que me ponga en ridículo yendo horqueteada en esa mula?. Con que ya ven ustedes si se gastan humos las amorosas…”

Finalmente, se la cambio por animales a un ganadero argentino. Según el testimonio del cabo Plata mencionado por Benjamín Vicuña Mackenna en la “Campaña de Tacna y Arica”, la razón fue: “... porque supo el General Buendía, que las cholas i negras de Arica se aprontaban para despedazarla. Aquellos la ocultaron en Arica hasta que entró el Ejército de Chile i de allí siguió a su Regimiento a Chorrillos i Miraflores…”.

Sin embargo, el comentarista de El Nuevo Ferrocarril, Kefas, aseguró que ella misma se liberó de su dueño, ya que: “…la cantinera chilena no vendía su cariño i una rápida incursión de su corvo por aquellas entrañas argentinas la desembarazó de su rústico dueño…”.

Posteriormente, se reintegró al Batallón Tacna Segundo de Línea, atendiendo a los heridos en la marcha desde Lurín. Para realizar las tareas de primeros auxilios, estaba provista de un barrilito de jerez con el que saciaba la sed de los agotados soldados.

María Quiteria actuó como soldado y en muchas ocasiones tomó el fusil, por ejemplo, en la Batalla de Chorrillos: “…al oír el toque de “calacuerda” tomó el fusil de uno de los caídos y se lanzó al asalto gritando: “síganme muchachos”.

Aunque no existen mayores datos sobre la vida de esta notable mujer, se sabe que en mayo de 1881 estaba de regreso en Santiago afectada de una enfermedad al hígado, de la que pudo recuperarse gracias al apoyo del Comandante de la Junta de Socorros.

Autor: Soledad González

Imágenes: Paulina Retamal Vives.