Si se debe ejemplificar la definición de cantinera con una genuina representante de tal función, resalta inmediatamente la figura de Filomena Valenzuela Goyenechea, Cantinera del primer Batallón del glorioso Regimiento Atacama.
A continuación conoceremos la vida en campaña de esta mujer, que se integró al Ejército Expedicionario por cariño a su hermano Juan Segundo, cumpliendo una meritoria labor.
Su primera actuación fue durante el Asalto y Toma de Pisagua. En marzo de 1880, antes del Combate de Los Ángeles, el Comandante Martínez le había encomendado la custodia del estandarte del Regimiento, lo que cumplió cabalmente al enterrarlo bajo los fondos donde se calentaba agua para hacer remedios para los enfermos.
Posteriormente, el pabellón fue recobrado sin una mancha por lo que el mismo Comandante:
Durante la Batalla de Tacna, vio morir a su hermano; después del enfrentamiento el General Manuel Baquedano la premió otorgándole los despachos de Subteniente.
En Moquegua fue herida por una bala en el brazo derecho, pero igual siguió:
Tuvo una destacada participación en la Batalla de Chorrillos, donde su tarea de enfermería fue incansable, ya que su Batallón fue especialmente castigado, pues más de 500 soldados quedaron tendidos en el campo de batalla.
Atendió no sólo a los heridos, sino también a los enfermos de tercianas y viruela, incluso el doctor Eulogio Díaz, cirujano del Atacama, la llamó: “...la madre de caridad del Ejército...”
Además de su labor de enfermería, animaba y consolaba a los nostálgicos soldados que no la reconocieron como Cantinera, sino que la llamaron “Madrecita”, por su carácter bondadoso y su actitud maternal; también como la “La Patty del Regimiento”, por su afición al canto y a la poesía que tenía un profundo contenido patriótico.
En los días de las festividades patrias organizaba junto a los soldados representaciones dramáticas con alegorías y poemas, que hacían mención a los actos heroicos de los chilenos durante el conflicto.
Filomena Valenzuela se mantuvo con el Ejército hasta su entrada a Lima, luego partió a Santiago donde fue objeto de grandes manifestaciones de admiración; en su regreso a Caldera los soldados del Atacama le hicieron una gran recepción, porque: “No podía recibirse de otra forma a quienes habían abandonado todo por dar glorias a su patria...”
Cuando terminó la guerra se estableció en Iquique, con un lugar de recreo en Cavanchas; su popularidad fue tan grande que en 1909 fue saludada por el presidente Pedro Montt, que por aquella época visitó la zona.
Autor: Soledad González
Imágenes: Paulina Retamal Vives.
Fecha: 07-12-2022